1 feb 2011

TRATAR LA DEPRESIÓN

Este trastorno, uno de los más discapacitantes en la actualidad, tiene en la psicoterapia su mejor apoyo.




La depresión es un estado de ánimo caracterizado por un tono vital bajo, pesimista, infeliz y doloroso, persistente en el tiempo y en intensidad -en eso se diferencia de la tristeza- y que conduce a la persona a entender el presente y el futuro como situaciones imposibles de abordar.

La tendencia al ensimismamiento propia de este trastorno determina que la persona se cierre y se sienta incapacitada para realizar las tareas más sencillas y rutinarias, por lo que la vida cada vez le motiva menos. La dejadez personal, el empobrecimiento de los diálogos y las relaciones sociales, así como la irregularidad y la escasez libidinal, la inapetencia alimenticia o los desórdenes del sueño se unen a una forma depauperada de ver el mundo en la que no se vislumbra una salida.

Por otra parte, las reacciones psicosomáticas de la depresión. Así, pueden observarse mareos, vértigos, náuseas, sensación de nudo en el estómago, dificultad al tragar, estreñimiento, taquicardia e, incluso, hiperventilación.

EXÓGENA O ENDÓGENA.

La depresión puede considerarse exógena o reactiva cuando es generada a partir de un acontecimiento preocupante o doloroso. Por ejemplo, la muerte de un familiar, una ruptura sentimental, un despido laboral, dificultades afectivas... Es endógena -o depresión de proceso- cuando el origen del trastorno es desconocido y su aparición, más o menos abrupta.

En la depresión exógena, la psicoterapeuta, especialmente el enfoque cognitivo -conductual, combinada, en algunos casos necesarios, con medicación antidepresiva, suele dar resultados endógena. Para la depresión endógena, será sobre todo la prescripción farmacológica la que marcará el rumbo de partida terapéutica.

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