Paisaje

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31 ene 2011

RABIETAS INFANTILES

Con las pataletas, los niños pequeños expresan sus contrariedades, se reafirman y liberan su estrés.



Si tenemos un niño de tres o cuatro años, seguro que hemos "sufrido" los efectos de una pataleta infantil: un ataque de rabia en forma de gritos, lloros y algo así como convulsiones que parecen no calmarse con nada. Y lo peor es que suelen pillarle con la cosa más tonta y en el peor momento: cuando estamos cargando con bolsas, cuando vamos con prisas para coger el autobús o llegamos tarde al trabajo... Ante todo, hay que decir que esta reacción a las pequeñas frustraciones cotidianas es normal.

En cierta manera, las pataletas son un signo de madurez: la criatura empieza a saber que no todo va a ser siempre tal y como ella desea, y, de ese modo, reafirma su personalidad. Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, hay factores que pueden hacer más probable las pataletas. Parece que están relacionadas con niveles altos de estrés en los niños, que puede deberse a un exceso de actividades, pero también a cambios en casa o en el colegio y a algo muy importante: el propio estrés de los padres. De ahí que les coja en el peor momento: también lo es para nosotros.

SER COMPRENSIVOS.

Ante una pataleta, debemos observar de cerca al niño, agachándonos a su altura, e intentar el contacto físico. Después, podemos expresarle que comprendemos su estado de ánimo:"Veo que estás muy enfadado; claro, llevamos tanto rato comprando que estás muy cansado".

En medio de una pataleta, es fácil que primero ese abrazo sea rechazado, pero puede ser una buena idea reiterar la oferta más tarde. En todo caso, tengamos por seguro que al niño tampoco le gusta demasiado lo que le pasa, así que lo ideal es que sienta que estamos a su lado.

REÍR PARA REALIZARSE

El sentido del humor es un buen aliado en la creación de ambientes relajados y positivos.





El sentido del humor nos permite encajar adecuadamente las críticas, encarar las situaciones difíciles con optimismo, aceptar las propias limitaciones sin complejos y manejar de una manera más adecuada nuestras emociones; en definitiva, nos ayuda a desdramatizar y a relativizar lo bueno y lo malo de la vida.

El trabajo no es un ámbito exento de sentido del humor. Por supuesto, no nos referimos a ser el payaso de la oficina sino que aludimos a un cierto talante, a una manera de interpretar lo que percibimos, a "las gafas del sentido común", como Forges describe el humor.


LA COMICIDAD DE LA VIDA.

Pero ¿qué podemos hacer para ver las cosas en el trabajo con las "gafas apropiadas?

* Como dijo Oscar Wilde, "la vida es demasiado importante como para tomársela en serio". Y el trabajo, como una faceta más de la vida, también. Ante cualquier adversidad, pregúntate: "¿No estaré tomándomelo demasiado a pecho?". Busca el lado cómico de las situaciones, contémplalas con menos solemnidad y sin catastrofismos.

* Practica a menudo la sana costumbre de reírte de ti mismo. Es un excelente antídoto, tanto contra la falta de autoestima como contra la presunción.

* Identifica los obstáculos que te impiden ponerte en contacto con tu lado cómico. Quizá sea el sentido del ridículo. Entonces ¿por qué no afrontarlo directamente? Imagínate en la supuesta situación bochornosa. Tal vez compruebes que tampoco había para tanto.

* Al practicar la comicidad recuerda que no se trata de reírte "de" sino de reírte "con". Uno de los aspectos más agradables del humor es compartirlo con los demás, sin herir a nadie.

EL ANÁLISIS TRANSACCIONAL

Psicología para aceptarse a uno mismo, aquí y ahora.....



El análisis transaccional (AT) es una teoría y un tipo de terapia psicológica creada por Eric Berne, psiquiatra de origen canadiense que desarrolló sus propuestas entre las décadas de 1950 y 1970. Berne siguió, a lo largo de toda su obra, tres ideas principales:

Para empezar, las personas nacemos con un impulso hacia el bienestar. La familia y el entorno en que nacemos pueden fomentar este impulso a estar bien o pueden frustarlo. Utilizando el lenguaje del AT, nacemos príncipes y princesas, y los sucesos de la crianza nos pueden ayudar a que lo sigamos siendo o nos pueden convertir en ranas.

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Todos tenemos puntos fuertes sobre los que edificar una vida feliz.
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El segundo principio dice que la terapia debe utilizar un lenguaje comprensible para el paciente. Palabras como "guion", "juego" o "caricia" forman parte de la terapia y el terapeuta las comparte con el paciente.
Por último, el AT defiende que la desaparición de los síntomas -dejar de ser una rana y volver a ser un príncipe o una princesa- no depende, la mayoría de las veces, de un largo análisis sino que se puede incidir directamente sobre lo negativo y cambiar desde el primer momento.
¿De dónde procede el nombre de "transaccional"? De que lo fundamental en una terapia con AT es analizar las transacciones. Una transacciones es una interacción entre dos personas, como por ejemplo:

-¿Qué hora es? -dice alguien.
- Las dos en punto -le responden.

O, más profundamente:
- Necesito ayuda.
-Cuenta conmigo.

O en negativo:
- Te quiero -dice una persona.
- Yo a ti no -replica la otra.

Unas transacciones son poco importantes y otras, decisivas, pero todas ellas van perfilando la existencia de una persona. El terapeuta las va analizando con el paciente y van aclarándose, por un lado, los fracasos, el malestar, todo lo que uno quisiera eliminar de su vida, y por otro, las fortalezas y lo que esa persona tiene de bueno.

Muchas transacciones contienen mensajes cruciales que van construyendo nuestro modo de ser. Por ejemplo:

-Déjame hacerlo, papá.
-No, tú no, que eres muy torpe.

Esta transacción, si se repite a menudo, puede hacernos personas inseguras ante las cosas que requieran habilidad porque, en nuestro inconsciente, años después, sigue resonando la voz del padre llamándonos torpes. Ver estas cosas, comprenderlas, enfrentarlas y sustituirlas es la tarea de la terapia. Poco a poco, y procurando que la persona se sienta protegida, van sugiriéndose pautas de cambio que esta puede ir poniendo en práctica.

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El AT revisa cómo se formaron nuestras ideas incapacitantes.
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Se considera que siempre hay una parte sana en la persona. El terapeuta trata de activar esta faceta para que se convierta en una aliada del cambio. Finalmente, creo importante señalar que el análisis transaccional nació como una terapeuta en unión de otras -psicoanálisis, gestalt-. Para algunas personas y para ciertos problemas está extraordinariamente indicada. Cuando la vida parece seguir un guion de fracaso y malestar, cuando los sucesos negativos se repiten, cuando un síntoma aparece una y otra vez, cuando las relaciones pasan continuamente por las mismas etapas y se atascan en los mismos puntos, en estos casos, quizás una terapeuta con AT pueda ayudarnos a encontrar nuestro camino hacia la ansiedad armonía interior.

LA PSICOANALISTA DE NIÑOS

Melanie Klein creó el psicoanálisis a partir del trabajo de Freud....




La psicoanalista vienesa Melanie Klein (1882-1960)fue pionera en su campo al encontrar nuevas formas de acceder al inconsciente infantil en la terapia con niños.

Hija de una familia judía muy religiosa, tras abandonar la idea de estudiar medicina, Melanie siguió los pasos de Freud. Fue precisamente después de escuchar al padre del psicoanálisis, en un congreso en 1918, cuando se entregó al estudio de esta disciplina.

Melanie Klein advirtió que había un ámbito que el psicoanálisis no cubría: el de los niños. Klein consideraba que una buena educación no bastaba en pacientes de corta edad que eran proclives a padecer trastornos psicológicos. Por eso desarrolló su terapia a través del juego simbólico. Mediante el juego, el terapeuta puede observar actitudes que nunca serán desveladas a través de la palabra, como en el psicoanálisis convencional.


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La forma de jugar de los niños revela sus fantasías y ansiedades inconscientes.
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Además, Melanie Klein demostraría más tarde que es durante la infancia cuando se fraguan los trastornos emocionales posteriores, por lo que el psicoanálisis adaptado a los niños podía prevenir su sufrimiento futuro como personas adultas.

En 1922, cuando Anna Freud -que también estudiaría psicoterapia infantil posteriormente- se asociaba a la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Klein hacía lo mismo en la Sociedad Analítica de Berlín, donde encontró la oposición de algunos de sus miembros. Fue una época de investigaciones y de incontables conferencias para divulgar sus técnicas de análisis infantil.

CURA PARADIGMÁTICA.

En 1941, tras obtener la nacionalidad inglesa, y mientras Londres era bombardeada por los nazis, realizó uno de sus análisis más célebre: el caso Richard. Este niño de diez años había dejado la escuela a los ocho a causa de sus síntomas fóbicos, hipocondríacos y depresivos. A lo largo de las sesiones realizadas durante cuatro meses, Klein hizo un completo análisis, con asociaciones entre el padre del pequeño y el dictador de la época, Adolf Hitler. El análisis desveló que Richard no podía evitar actuar agresivamente y, al mismo tiempo, sentir una fuerte culpa por ello, de ahí su síntomatología y sus miedos irracionales.

Autora de obras fundamentales para el desarrollo del psicoanálisis, Melanie Klein consiguió con sus terapias liberar a muchos niños de los sentimientos de culpa que les incapacitaban y les generaban agresividad.

APRENDER JUGANDO

El juego es una capacidad innata del niño, una forma de descubrir el mundo que le rodea y aprenderse a sí mismo. Por eso es importante fomentar el juego entre los más pequeños, acompañarles para fortalecer nuestros lazos de unión y ayudarles a descubrir nuevas habilidades y formas de relación.






El juego es la actividad natural del niño, aunque no sólo de él. Podemos vivir sin jugar, pero vivimos mucho peor. El juego es una muestra de nuestra capacidad para experimentar placer y, por tanto, una señal de salud.

Para el niño es prácticamente imprescindible, y no sólo porque disfrutar es una necesidad del organismo, sino porque a través del juego se desarrollan la mayoría de las capacidades psicológicas y físicas durante la primera infancia.

Quizá por esta razón, los niños desean jugar todo el día. Y lo lógico es que los mayores respondamos a esa demanda  y propiciemos las condiciones para que el juego de los pequeños tenga lugar libremente.

EXPLORAR EL MUNDO.

Como es lógico, el tipo de juego que realizan los niños a cada edad se corresponde con su nivel de desarrollo. Pero también podemos darle  la vuelta a esta afirmación: el nivel de desarrollo también depende de cuánto y a qué se haya jugado. Así, el bebé que gatea experimenta sus primeras capacidades y, paralelamente, descubre las leyes físicas básicas cuando intenta introducir unos objetos dentro de otros o cuando los arroja al suelo. A nosotros nos puede parecer algo obvio, pero a los ocho meses es un fenómeno que debe ser "estudiado" minuciosamente. Una vez confirmada la ley de la gravedad, toma sentido el juego de amontonar cosas intentando que no se caigan.

Este primer tipo de juego es el que se llama sensoriomotriz. El niño trata de conocer el mundo y a sí mismo a través de sus sentidos: ver, manipular, comprobar hasta dónde se es capaz... Es el único juego que el niño desarrollará durante su primer año de vida. Con el tiempo, adquirirá la capacidad de representar, de hacer "como si" un objeto fuera otra cosa. Un perro de peluche puede ser un perro real o un objeto cualquiera puede convertirse, por ejemplo, en un teléfono. Se trata del nacimiento del juego simbólico.

EL JUEGO SIMBÓLICO.

A menudo, el juego sensoriomotriz y, sobre todo, el simbólico requieren la compañía de otros. Hasta los tres o cuatro años, es la madre o el padre quien pone nombre a lo que ocurre y son ellos los que, de forma natural, van a proponer al pequeño nuevos retos. Es con las personas adultas con quien el niño practicará inicialmente el juego simbólico aplicado a las relaciones. Mamá es mamá, pero por un rato también puede ser el médico o las cajera del súper.  Más adelante, el juego simbólico será el juego que compartirá sus primeros amigos.

Este tipo de juego se prolongará hasta los siete u ocho años, e incluso más, aunque entonces lo combinará con otras actividades lúdicas. Jugar a las cocinas, a hacer la compra o imitar cualquier otra situación cotidiana es el entretenimiento preferido de la mayoría de los niños de estas edades. Y con él se consolida el juego social.

Una característica del juego simbólico es que permite la proyección y, por consiguiente, la elaboración de los miedos, preocupaciones y alegrías de los niños. Los papeles con que se identifican los niños dicen mucho de su mente y de su vida. Por este motivo, algunos educadores optan por realizar las sesiones de psicomotricidad basándose en el juego libre y simbólico.

Hay que decir que cada tipo de juego incorpora muchos aspectos del anterior. Así, cuando un niño se mete en un aro y dice "es mi casa", está realizando una representación simbólica. Pero, a la vez, está estableciendo un límite físico real entre "su" espacio y "el resto", consolidando el concepto de "dentro" y "fuera" que ya empezó a experimentar en la fase sensoriomotriz.

Otra característica del juego simbólico es su relación con los cuentos. El gran cuentista y educador Gianni Rodari, en su recomendable Gramática de la fantasía, explica esta relación como forma de creatividad común entre el juego simbólico y el cuento.


RESPETAR LAS REGLAS.

Hacia los siete años, aparece el juego normativo. Hasta ahora, si un niño participaba en un juego "de mayores" -ya fuera la oca o el fútbol-, no entendía muy bien sus normas y, sobre todo, no comprendía que pudiera perder, es decir, que sus deseos no se correspondan con la realidad. A partir de esta edad, el niño es capaz de una mayor objetividad y, por consiguiente, empieza a entender y aceptar esas reglas.

Poco a poco, comprobaremos que los niños introducen algunas normas en su juego simbólico -"los indios ni pueden utilizar pistolas"-. Esto, al principio, será motivo de no pocos conflictos, sobre todo cuando las normas tienen que ser negociadas. Pero también hay que entender que esas discusiones son necesarias para ir negociando y aceptando un marco común, y no sólo en el juego. Al mismo tiempo, empezarán a interesarse por los juegos normativos ya establecidos y que se aprenden de la mano de otros niños mayores o de los adultos. Así, disfrutarán con los juegos de mesa y aquellos juegos normativos que se practican en grupo y al aire libre: el ajedrez, la oca, el parchís, o la rayuela, la gallina ciega, el pañuelo...




FUENTE DE VALORES Y HABILIDADES.


La mayoría de juegos normativos forman parte de la cultura y de la historia de un territorio, de manera que conocerlos es, en cierto modo, encontrarse en ellas. Además, cuanto mayor sea la diversidad de los juegos, más valores, habilidades y conocimientos podrán adquirir los más pequeños.


Sin embargo, si observamos a los niños en los patios de las escuelas, comprobaremos que, por regla general, existe un preocupante "monocultivo" de juegos: les vemos con juguetes de moda o jugando al fútbol, y poca cosa más. Y es que nuestros niños tienen tan poco tiempo y oportunidades de jugar juntos libremente, que han ido perdiendo buena parte de esa riqueza. Además, su principal fuente de conocimiento es la televisión, que en contadas ocasiones enseña a jugar.


Por eso resulta una buena idea recuperar juegos tradicionales: preguntar a los abuelos por sus juegos infantiles, explicar a los niños cómo nos divertíamos de pequeños, buscar en libros juegos de todo el mundo... 
También existen muchos juegos que son más adecuados para jugar en familia, y es sabido que pocas cosas fortalecen más los vínculos que disfrutar juntos.


Pero también hay una parte del juego que preocupa a algunos padres y madres. A muchos adultos no les gusta ver cómo sus hijos hacen sus primeros descubrimientos sexuales o representan la muerte en sus juegos. Pero la magia del juego es que todo es posible y todo puede experimentarse. Se puede jugar a que alguien muere, pero ese alguien después de levanta y no ha pasado nada. Se puede ser fiera y cordero, marido y mujer, bebé que nace o mamá que pare, todo a la vez o con segundos de diferencia.


Con el juego puede canalizarse la agresividad o el deseo sin riesgo para nadie. ¿El límite? Como siempre en toda actividad infantil, los niños deben tener claro que no se puede hacer daño real -físico ni emocional- ni a sí mismos ni a los demás, ni utilizar la fuerza para obligar a alguien a que haga algo que no quiere. Más allá de esto, el juego por definición debe ser libre y elegido por los niños. No tiene sentido obligar a jugar a algo en concreto ni intervenir demasiado. Confiemos en su instinto para escoger los juegos que necesitan en cada momento.


PERMITIR EL ENTRETENIMIENTO.


Vivimos en una sociedad donde se da la contradicción de sobrevalorar el trabajo y el esfuerzo, a la vez que se ensalza el descanso y la inactividad. En medio, está la actividad placentera y autorregulada, el juego, que los niños realizan de forma natural hasta que los adultos intervenimos en exceso, descompensando ese impulso instintivo.


Dejar tiempo libre entre tantas actividades extraescolares, facilitar que los niños se encuentren entre ellos, acompañarlos para que descubran juegos nuevos o disfrutar con ellos del entretenimiento en familia (sobre todo cuando la tentación del televisor es demasiado fuerte) es lo mejor que podemos hacer para ayudarles a que se desarrollen plenamente.

30 ene 2011

LUCHA DE PODER EN LA PAREJA

Buscamos la igualdad pero, en la pareja, seguimos creando parcelas de poder: la casa, el dinero, los niños... Convertir esos falsos reinos en un lugar donde los dos aportan mejorará la vida en común.




Se llamaba Amantine -Aurore -Lucile Dupin, nació en 1804 en París, se casó con un aristócrata, tuvo dos hijos, se divorció, los crió, pero no es por nada de esto por lo que se la recuerda. Para hacer lo que de veras quería -escribir, recorrer el mundo, participar intensamente de la vida social, dar sus opiniones -debió adoptar el nombre y las costumbres de un hombre. Y, como escritora, se dio a conocer como George Sand.

Entre sus obras se cuenta Un invierno en Mallorca, donde recuerda los d¡meses que pasó en el monasterio cartujo de Valldemossa, como un monje más. George Sand fue contra las convenciones de su tiempo. Como lo hizo el protagonista de Kramer contra Kramer, un filme clásico de los años 70, encarnado por el actor Dustin Hoffman. Kramer, tras divorciarse, entabla una tenaz lucha judicial y emocional para ser él quien críe a su hijo.

Sand y Kramer cruzaron la frontera que delimita es espacio en el que ejercen su poder hombres y mujeres. Porque, por convención, el poder del os hombres se ejerce en lo social, en lo público. El de las mujeres, en lo emocional, en lo doméstico, en lo íntimo.

ROLES ANCESTRALES.

Los hombres suelen incomodarse cuando sus parejas femeninas comienzan a desarrollarse en lo profesional. A veces lo dicen, otras no, pero sienten amenazado su poder, que des tiempos ancestrales se asienta en la capacidad de proveer -sí, algo ha cambiado, pero menos de lo que creemos.

Las mujeres se sienten igualmente molestias cuando ellos avanzan sobre decisiones de orden doméstico, cuando alteran los horarios y las rutinas de la casa o de los niños. Los unos y las otras se encrespan, descalifican al "intruso", entablan luchas de poder. Cuando esto ocurre, el sexo, el dinero, las palabras, el silencio... suelen convertirse en armas a menudo muy hirientes.

Un miembro de la pareja puede recortar el aporte económico o controlarlo celosamente, con el argumento de que es él quien lo gana en mayor proporción. El otro puede negarse a mantener relaciones sabedor de que con eso hiere a su compañero o compañera. Uno puede criticar con palabras especialmente escogidas aquellos aspectos del otro que sabe más vulnerables. O puede callar, haciéndose impenetrable para su pareja hasta el punto de desquiciarla.

Una de las definiciones de poder dice que es la capacidad de imponerse a otro, de hacer prevalecer los propios intereses. Cuando, en una pareja, el poder se vive de esta manera, la convivencia se convierte en una puja, a veces silenciosa, a veces muy ruidosa. El amado se transforma en alguien a vencer, pero, en realidad, cuando uno gana, sólo lo parece puesto que es la pareja la que pierde.

NI MEJORES NI PEORES.

En las relaciones entre los sexos, como en la vida en general, esta concepción del poder es tóxica. Pero no es la única. También se puede concebir el poder como la capacidad y la habilidad de hacer y crear cosas. Entendiendo de esta manera, remite más a la cooperación que a la confrontación y se convierte en una gran oportunidad de romper una vieja trampa de nuestra cultura.

La trampa que enfrenta a los géneros se lama dualidad y dice que las cosas son blancas  negras, que debes elegir entre a o b, que sólo se puede ganar o perder, que la razón enfrenta a la emoción, que el cuerpo y la mente van por separado y así hasta el infinito. Pero la realidad acaba por demostrar que, entendidos como relaciones de poder contra poder, los vínculos entre los sexos rara vez llegan a un final feliz.

La aptitud y el poder de realización de los hombres y de las mujeres son complementarios y se necesitan mutuamente para construir un vínculo. Cuidar, organizar, sentir, decidir, intuir, mostrarse sensible... son atributos humanos, sin un género determinado. Los varones desarrollan algunos de estos atributos con más facilidad que las mujeres, y viceversa. Esto no nos hace ni mejores ni peores sino complementarios.

El verdadero poder que necesitan las relaciones entre varones y mujeres es el de la colaboración, el de la co-creación. El gran psicoterapeuta suizo Carl Jung dijo al respecto: "Donde hay amor no hay poder, donde hay poder no hay amor".

CUANDO SE NOS ROMPE EL CORAZÓN

Se encoge de pena; se hiela de estupor; se ensancha de esperanza... Es ya una evidencia científica que las emociones influyen en la salud de nuestro corazón.









Se puede morir de amor? O, mejor dicho, ¿de desamor? ¿Se puede llegar a morir de pena? Si atendemos a la literatura universal de todos los tiempos, o escuchamos una canción de cualquier temática,, morir con el "corazón partido" suele ser de una frecuencia preocupante. Incluso puede que conozcamos de primera mano la historia de alguna persona que ha muerto poco tiempo después de haber perdido a su ser más querido porque no ha podido superar la soledad.

Pero ¿refrendan las investigaciones médicas estas creencias generalizadas y ancestrales? La respuesta podría ser afirmativa, ya que cada vez se están hallando más evidencias científicas. Desde los años noventa en japón, y más recientemente en Estados Unidos y en Europa, los investigadores médicos han prestado atención al síndrome de disfunción apical transitoria o cardiomiopatía de Takotsubo, porque el corazón toma la forma de una vasija que tiene ese nombre y que es utilizada para atrapar pulpos. En definitiva, los investigadores ya distinguen el síndrome de corazón roto del clásico infarto de miocardio, con el que solía confundirse.

Durante siglos y siglos, se ha identificado el corazón como la sede de los sentimientos.Actualmente sabemos que el desencadenante de las emociones es el sistema límbico, ubicado en la zona media central de nuestro cerebro. ¿Quién es, entonces, el verdadero culpable de la muerte por corazón roto? ¿El corazón o la mente?

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La mente tiene una influencia directa sobre la salud del principal músculo del cuerpo el corazón.
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Se ha demostrado que existe una autovía de doble dirección que conecta ambos órganos, el cerebro y el corazón. De hecho, todas las emociones conllevan una alteración más o menos intensa en la presión sanguínea  y en el funcionamiento cardiovascular, lo que justifica sobradamente que el corazón siga siendo, popularmente, la sede de las emociones. Pero no debemos confundirnos: lo que puede conducir a la muerte por corazón roto es básicamente el cerebro, la mente.

Las emociones, según los descubrimientos más recientes de las neurociencias, se originan a partir de los estímulos que el cerebro instintivo provoca en el cerebro emocional o sistema límbico. Eso quiere decir que las emociones son, en realidad, las respuestas fisiológicas al embate de un impulso instintivo básico. En el caso de las emociones negativas, estas vienen siempre acompañadas de un importante incremento en los niveles de la adrenalina, y de las restantes hormonas del estrés, en el torrente circulatorio. Como consecuencia, tiene lugar un proceso inflamatorio del corazón que, cuando las cantidades de hormonas son excesivas o el corazón tiene deficiencias físicas anteriores, puede conducir a la mente.

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Algunos episodios de infarto se corresponden, en realidad, con el síndrome del corazón roto.
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El doctor Ilan Wittstein, del prestigioso hospital Johns Hopkins de Baltimore, en Estados Unidos, ha señalizado las principales diferencias entre un infarto clásico y el síndrome del corazón roto.

De hecho, según los datos recogidos por el doctor Wittstein, es muy probable que entre el % y el 2% de las personas que fueron diagnosticadas de un infarto sufrieran, en realidad, un episodio de síndrome del corazón roto. Además, esta afección se ha evidenciado en pacientes que gozaban de buena salud y que no presentaban ningún factor de riesgo cardíaco.

En el síndrome de corazón roto, la concentración de hormonas del estrés presentes en la sangre es el doble o el triple que en los casos de infarto. Asimismo, los patrones de los impulsos eléctricos y de las contracciones del corazón son muy diferentes.

Del mismo modo, en el síndrome de corazón roto, si el paciente no muere en el ataque, el funcionamiento normal del corazón se recupera en cuestión de días -o, como máximo, en el plazo de unas pocas semanas-, mientras que la recuperación tras padecer un infarto clásico puede alargarse durante unos cuantos meses.

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Los episodios de estrés agudo o crónico predisponen a que el sistema cardiovascular falle.
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Y... ¿qué nos rompe el corazón? Entre los pacientes afectados por corazón roto, se han evidenciado como posibles causas las más variadas situaciones con una fuerte carga emocional. Pasar por experiencias como la pérdida reciente de un ser querido, haber protagonizado un accidente fatal, haber sido víctima de un robo a mano armada...; pero también causas aparentemente tan inofensivas como el temor a hablar en público, haber sido citados a comparecer frente a un tribunal o, simplemente, tener el choque emocional de una fiesta sorpresa. En definitiva, el síndrome del corazón roto puede estar ocasionado por cualquier experiencia que pueda provocar una sobrecarga súbita y excesiva de adrenalina y hormonas dele estrés que dañen los vasos capilares y aturdan los músculos del corazón.

También parece bastante clara la influencia de la personalidad en el riesgo de afectaciones coronarias. Una personalidad optimista es una buena protección coronaria; por el contrario, una personalidad melancólica, colérica o irascible tiene el doble de riesgo de padecer un accidente coronario.

Pero no solo el exceso súbito de hormonas del estrés puede provocar el síndrome de corazón roto. Estar sometido de forma continuada a una situación de estrés también puede rompernos el corazón. El miedo prolongado o la depresión fuerte y persistente, o el agotamiento sin tregua por un esfuerzo físico o psíquico excesivo... Cada vez es más evidente que hay que introducir en esta lista el llamado síndrome del "quemado" por el trabajo o por cualquier situación de exigencia exagerada -en inglés, burn out-, tan frecuente entre los ejecutivos adictos al trabajo que no descansan ni un minuto de su vida o en los empleados sometidos a un intenso acoso y derribo laboral -mobbing-. Especialmente trágico es el caso de los bomberos que sobreviven a las llamas y a los que, posteriormente, el estrés les pasa factura. La mejor protección contra la muerte por "corazón partido" es, pues, el cuidado de las emociones.

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La práctica de actividad física y de disciplinas como el yoga ayudan a tener un corazón saludable.
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Cuidar nuestras emociones significa moderar el estrés provocado por el agotamiento, el miedo, la ira e, incluso, el duelo. Perder a un ser muy querido implica, inevitablemente, sufrir el consiguiente estrés del duelo. No se puede asumir esta pérdida en unas pocas horas, pero tampoco se debe sucumbir eternamente ante la desgracia. No hasta el punto de poner en riesgo la propia vida.

Es imprescindible no dejarse arrastrar por las emociones negativas fuertes. Para ello, podemos recurrir al control mental y evitar, así, que se desborden las hormonas del estrés. Sea cual sea la causa de este nerviosismo extremo, debemos recurrir a estrategias antiestrés para reducirlo: saber distraernos con las ocupaciones cotidianas, evocar pensamientos positivos, practicar yoga o técnicas de relajación... Dicho de otra manera, se trata de evitar a toda costa el secuestro emocional, ese bucle nocivo en el que una emoción se instala de manera obsesiva y permanente, ocasionando que las hormonas del estrés se acumulen y afecten la salud de nuestro sistema cardiovascular.

Sabemos que solo hay dos puntos que conducen a la salida de un bache emocional: eliminar la causa externa que lo ha originado -algo que puede resultar muy complicado en ciertos casos- o sobreponiendo el control del cerebro racional al cerebro emocional.

En cualquier caso, siempre es conveniente recurrir a las medidas preventivas. Hay que vigilar la presión sanguínea con regularidad y si se aprecia alguna anomalía, recurrir sin dilación a la consulta de un facultativo. Tenemos que reaccionar pronta y eficazmente ante cualquier episodio depresivo, por pequeño e inofensivo que parezca, y acudir a u psicólogo o terapeuta antes de que el nivel de estrés perjudique nuestro sistema cardiovascular. De la misma manera, conviene que nos replanteemos nuestro estilo de vida si el estrés empieza a asomar.

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Para paliar el estrés no hay que encerrarse en una torre de marfil, sino salir al mundo con ilusión.
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Está demostrado que la actitud positiva frente al estrés se transmite por empatía de padres a hijos. La madre, en particular transmite tranquilidad o nerviosismo a su bebé desde la fase intrauterina y las eventuales depresiones postparto afectan sobremanera al futuro bagaje psíquico del bebé.

La prevención para disfrutar de un corazón si fisuras empieza entonces en el ámbito familiar y desde la más tierna infancia. Es importante tener en cuenta que los estados de ánimo, tanto los positivos como los negativos, se contagian.

No obstante, prevenir no implica huir de todo compromiso emocional para así evitar el dolor de no ser correspondido o de ser abandonado en un futuro. Son muchas las personas que, probablemente de manera inconsciente, huyen del placer presente para evitar un posible dolor futuro. Esta opción representa vivir a medio gas, y no es garantía de buena salud.

Pero vivir con plenitud y alegría, y desarrollar una actitud optimista, comporta arriesgarse. Y será más fácil hacerlo si pensamos que, por sólidas que parezcan las corazas protectoras, el destino puede sorprendernos con un dolor inesperado.

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Podemos superar un estado de ánimo negativo con emociones positivas de igual intensidad.
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Si algo o alguien nos rompe el corazón en un momento determinado, se trata de saber cómo podemos recomponerlo lo antes posible, contrarrestando las emociones negativas con dosis de emociones positivas.

Como dice la sabiduría popular, decantada por siglos de praxis,la mejor manera de cubrir el agujero dejado por un clavo es con otro clavo- ¿Quién puede reprocharle al amante abandonado que busque rápidamente un nuevo amor? ¿Quién se puede oponer a que unos padres que han perdido a un hijo vuelvan a desear engendrar otro pequeño en quien depositar su amor?.

Es posible sobrevivir a un corazón roto, tanto física como emocionalmente. Se trata de cerrar ese capítulo doloroso de nuestra vida para abrir uno nuevo lleno de esperanza. Con creciente ilusión, con el optimismo de que muchas cosas buenas nos están esperando a la vuelta de la esquina.


28 ene 2011

ATENDER A NUESTRO YO INTERIOR

Cuando desoyemos nuestros sentimientos y no encontramos sentido a lo que hacemos, el alma queda herida y, al final, acabamos enfermando. Volver a recuperar el bienestar pasa por dar un espacio a nuestras emociones, sin juzgarnos; por vivir de acuerdo a nuestros valores y por fortalecer con amor nuestras relaciones. Este es el camino que nos llevará a sentir, de nuevo, la alegría.




Hace ahora cinco siglos existió un médico piadoso, comprensivo, atento con sus pacientes y el mundo en el que vivían. Tenía la mente y el corazón abiertos y, ya en su época, fue un revolucionario de la medicina. Se llamaba Paracelso, había nacido en Suiza y afirmaba que "tan pronto como el hombre llega al conocimiento de sí mismo, no necesita ya ninguna ayuda ajena".

Según Paracelso, llegar al conocimiento de uno mismo implicaba ser consciente de los propios sentimientos, emociones, afectos, aspectos espirituales, pero también conocer el propio exterior, el lugar en el que uno vive y la gente que nos rodea. Paracelso extendía esta propuesta a los jóvenes médicos que acudían a formarse con él. "Presten atención a la región donde vive el paciente -les aconsejaba-, porque cada comarca es distinta: la tierra es diferente y también lo son las piedras, los vinos, el pan, la carne y todo lo que crece, prospera y se reproduce en una región determinada. Un médico debe ser biólogo, botánico, cosmógrafo y geógrafo".

Paracelso fue un médico del alma, al entender que cada persona es una parte única e irremplazable de un todo que nos contiene y en el que trascendemos. Y, al ser parte de ese todo, ni nuestra salud ni nuestra enfermedad pueden entenderse ajenas al mismo.

Según diferentes corrientes filosóficas -y más allá de lo religioso-, ese todo sería lo que llamamos espíritu. Este es como una gran idea, un vasto aliento, un infinito pensamiento que contiene a todos y a todo, y se expresa en el alma de cada uno. El espíritu es universal, mientras que el alma es individual. Nuestra alma es también lo que llamamos psiquis, aquello que anima el cuerpo y lo hace capaz de sentir, de experimentar y de expresarse. Podría decirse que la salud del alma es la salud del ser que cada uno es.

TÓXICOS QUE NOS ENFERMAN.

Lo que intoxica nuestra alma nos intoxica. El gran médico, psicólogo y pensador suizo Carl Gustav Jung, pionero de la psicología profunda, decía que no eran enfermedades mentales reales lo que llevaba a la mayoría de las personas a la consulta de los psicoterapeutas sino más bien el sufrimiento "por la insensatez y la futilidad de la vida". Otro grande de la psicología humanista, el vienés Viktor Frankl, sostenía algo muy parecido: nuestras depresiones no son habitualmente producto de un mal psíquico sino de una angustia del alma, la angustia existencial que nace cuando no descubrimos un sentido para nuestra vida.

Podría parecer entonces que la salud del alma es prioritaria. ¿Qué intoxica el alma y acaba por enfermarnos? El rabino y filósofo Harold Kushner nos da una clave: "Si preguntamos a la gente qué es más importante para ello, si ganar dinero o dedicarse a su familia, casi todos reponderán sin vacilar que anteponen la familia. Pero, muchas veces, si observamos cómo esas mismas personas emplean su tiempo, veremos que no viven de acuerdo con sus ideales".

No vivir de acuerdo con nuestros ideales y valores es, pues una de las primeras causas del dolor del alma. Para curar este dolor es necesario recordar que los auténticos valores nunca se expresan en lo material: tienen que ver con nosotros vínculos y con nuestras aspiraciones espirituales y afectivas. Pero, por encima de todo, ningún valor es verdadero si no nos vincula con nuestros semejantes. Si, por ejemplo, mencionamos como valores la sinceridad, la honestidad, la comprensión, la colaboración, la empatía, la responsabilidad y el amor, solamente podremos manifestarlos en relación con otras personas. Ninguno de esos valores lo sería si viviéramos solos en una isla desierta.


RECONOCER LOS CELOS.

Los celos y la envidia son otros factores que suelen envenenar el alma. Pero ocurre que nadie es celoso o envidioso por propia voluntad, así que no preservaremos nuestra salud psíquica solo por negarnos voluntariamente a vivir esos sentimientos. Lo que de verdad nos ayuda a desintoxicarnos es entrar sin miedo en las entrañas de los celos y de la envidia, no negarlos, tratar de comprender qué es lo que nos provoca esa inseguridad. Quizás esos sentimientos están allí precisamente para ayudarnos a desarrollar aspectos postergados o desvalorizados de nosotros mismos. Al desplegar esos atributos, estaremos más seguros y a gusto con el ser que somos, y menos pendientes de los que el otro tiene o es. La propia aceptación y la propia valoración de lo que somos fortalece la salud del alma.

LA AMBICIÓN Y LA CONFIANZA.

Del mismo modo, la ambición desbordada también conspira contra la salud psíquica y anímica. No es lo mismo tener un propósito y afanarse en llevarlo adelante que la voracidad por acumular poder, relaciones, dinero, bienes materiales... Cuando perdemos contacto con nuestros valores y nuestros afectos, también queda desenfocado nuestro registro de lo que ya tenemos. Es entonces cuando sentimos que nada nos alcanza o que podemos perder lo que tenemos.

Cuanto menos valiosa se sienta una persona, más desbordada suele ser su ambición, pues ha puesto el valor de sí misma antes en el tener que en el ser. Ayuda mucho a la salud del alma la confianza que podamos desarrollar en nuestros recursos. Y es bueno recordar que la confianza no se desarrolla porque la declamemos o la prometamos sino que necesita de acciones y de hechos concretos en los cuales manifestarle.

Puede que nos digamos: "Es que no lo hago porque no tengo confianza". Pero ¿cómo queremos adquirir confianza sin arriesgarnos, sin equivocarnos, sin saber, por propia experiencia, hasta dónde alcanzan nuestras habilidades, nuestros recursos y nuestro saber? El alma se fortalece cuando aprendemos a confiar aceptando la incertidumbre y avanzando cuidadosamente en ella.

DESEAR NO ES NECESITAR.

La confusión entre necesidades y deseos también es tóxica para el alma: mientras que las necesidades humanas son finitas, nuestros deseos son infinitos.
Así, necesitamos alimento, agua, aire, abrigo, techo, reconocimiento, afecto, relacionarnos con otras personas y oportunidades para desarrollar y manifestar nuestros recursos y capacidades. Cuando estar necesidades están atendidas, nos encontramos en armonía con nosotros mismos y con el mundo. Y si algo afectaba nuestra alma, esta se sana y esa salud echa raíces.

Los deseos, en cambio, operan al revés. A menudo no son más que "necesidades ilusorias". Tenemos necesidad de alimento, pero si nos empeñamos en que solo el caviar del Mar Negro clamará nuestro apetito, o en que tiene que ser tal sorbete o tal hamburguesa, hemos confundido deseo con necesidad. Y si nos empecinamos, es probable que la necesidad quede desatendida y que el deseo, a poco de cumplido, deje en nosotros un profundo vacío en el que pronto se instalará un nuevo deseo.

Una necesidad atendida nos permite estar mejor en el mundo. La función del deseo, en cambio, es simplemente esa: desear. Se agota en sí misma y genera nuevas urgencias. A menudo sentimos en el alma una suerte de dolor que se llama insatisfacción. El alma gime mientras corremos de deseo en deseo. Es importante recordar esto porque solemos estar rodeados de ofrecimientos y tentadoras "oportunidades" que nos hacen llegar quienes se especializan en crear deseos y disfrazarlos de necesidades. En el camino de sanear el alma, es muy útil preguntarse: ¿De veras lo necesito o solo lo deseo? ¿Mejorará mi vida interior, ensanchará mis horizontes afectivos y emocionales o solo me procurará satisfacción mientras lo consumo?


FORTALECER LOS VÍNCULOS.

El alma es mundana, quiere y necesita relacionarse con otras almas y nutrirse de ese encuentro, pues cuerpo y alma están consustanciados  de un modo íntimo y necesario. Hemos visto ya que el alma es esa porción única y exclusiva que se da en nosotros de esa vastedad llamada espíritu. Pero, para saberse única, irremplazable e irrepetible, necesita estar en contacto con otros.

Solo podemos comprobar que cada ser humano es único cuando existen vínculos. Así, la desvinculación, el egoísmo, el olvido del otro terminan por desnutrir nuestra alma, por enfermarla, y, con ello, enfermarnos. Si pensamos únicamente en nosotros, si vemos a los otros solo como herramientas que nos pueden ser útiles o que, de lo contrario, debemos apartar como quien quita un obstáculo, acaso ascendamos en algunas pirámides, pero lo haremos con un alma que se va quedando anémica, privada del contacto con una de sus principales fuentes de alimentación: las otras almas.

Cada vínculo en el que dos o más personas invierten tiempo, se escuchan, se miran, se acompañan en diferentes procesos y mantienen una sana interdependencia -es decir, cuando nadie se somete a nadie- acaba por convertirse en una relación que preserva la salud psíquica y contribuye al bienestar del alma.

Cuando actuamos de este modo en nuestras relaciones y cuando sentimos que hay correspondencia, se está creando una poderosa cadena sanadora del psiquismo. Los vínculos en los cuales las almas interactúan nos permiten sostenernos con solidez en los momentos tormentosos de la vida, que siempre existen. En cambio, cuando pretendemos vivir prescindiendo de los demás, esas mismas situaciones difíciles nos van a encontrar solos y débiles, no importa cuánto poder hayamos acariciado antes.

Johan Wolfgang von Goethe, el gran escritor alemán, pensó con profundidad en todo esto y de allí nació una obra clásica de la literatura universal. Se trata de Fausto, cuyo protagonista vende su alma al diablo ilusionado con las promesas de poder e inmortalidad que este le hace. Sin embargo, acaba por conocer la más profunda de las soledades, termina por sentirse aislado y ajeno a la especie humana, desesperado por el sinsentido.

UN CUIDADO INTEGRAL.

La experiencia del doctor Fausto, que así se llama el protagonista, nos recuerda que esa venta es el origen de un profundo desasosiego. No se trata de vender el alma a cambio de supuestos placeres o fugaces satisfacciones sino de conservarla, de cuidarla, de fortalecer su salud. Y la mejor manera de hacerlo es viviendo nuestra vida en cuerpo y alma, sin separarnos de ella, reconociéndola como componente esencial y motor de nuestro ser. La salud del alma no es ni más ni menos que nuestra propia salud en todo el sentido de la palabra. Es la salud de nuestra mente y de nuestro cuerpo, pues van juntos.


TALASOTERAPIA- LA CURA QUE VIENE DEL MAR

NO HAY DUDAS AL RESPECTO: EL MAR ES UNA DE LAS GRANDES DESPENSAS FARMACÉUTICAS EN LA QUE ENCONTRAR UN REMEDIOS ES MUY SENCILLO. BASTA CON BAÑARSE EN SUS AGUAS PARA RELAJARSE, TONIFICAR LOS MÚSCULOS Y APROVECHAR TODOS LOS BENEFICIOS TERAPÉUTICOS DE SUS MINERALES.




La talasoterapia es el tratamiento de las enfermedades por medio de todos los elementos del medio marino, ya sea agua, aire, arena, lodos y algas. Estos se pueden aprovechar por distintas vías: tópica o local, oral o por instalación en las cavidades naturales como las fosas nasales, oídos, boca, etcétera (en este último caso, bajo control médico).

Para la mayoría de las terapias basta con bañarse en el mar para disfrutar de sus propiedades. Para otro tipo de tratamientos, los especialistas filtran el agua de mas para eliminar posibles tóxicos y asegurar su pureza.


TODOS LOS BENEFICIOS.

Los efectos más inmediatos son de tipo muscular. El movimiento de las olas contra el cuerpo es como recibir un masaje que relaja y tonifica los músculos, una experiencia conocida por los cientos de personas que, en todas las playas del mundo, se mantienen inmóviles con el agua, a la altura de la cadera. Otras prefieren caminar, tratando de endurecer sus piernas venciendo la resistencia de la fuerza del mar.

Las posibilidades que ofrece el mar para el fortalecimiento y recuperación de los músculos cansados lo convierten en un lugar idóneo de vacaciones tanto para deportistas como para personas estresadas que apenas se mueven durante el año. De hecho, modernos establecimientos de talasoterapia, situados a la orilla del mar, y con todos los lujos de un gran hotel, se han convertido en los lugares de moda elegidos por todo tipo de personas.


ALGAS, SALES MARINAS, BARRO Y YODO:

Lo que distingue al agua de mar de la clorada o la de río es la cantidad de nutrientes que contiene. Las sales marinas en suspensión, como el sodio o el cloro, junto con minerales como el yodo, presentes en las algas y deficitario en el hombre, ejercen una función beneficiosa sobre el organismo al entrar en contacto con la epidermis. A través de ella, se incorpora a la sangre y al sistema linfático. Para que sea más efectivo, las algas y el barro pueden aplicarse directamente en cataplasma sobre la superficie dérmica, con lo que se produce una ósmosis entre los minerales, el agua y la piel, de efectos terapéuticos inmediatos. El barro, por su parte, está indicado para aplacar el dolor de las enfermedades reumáticas, desintoxicar la piel y combatir la celulitis.


EL CLIMA.

Además del agua y las sustancias que se forman en ella, el mar proporciona un componente esencial en el restablecimiento de la salud, el clima. El descenso de la tensión arterial es notorio a orillas del mar, ya que los ambientes húmedos tienen un efecto sedante, producen relajación y atonía, sobre todo si además de ser húmedos disponen de una temperatura agradable, entre los 20 y 30 grados.

El clima marino ejerce una doble acción: por una parte es estimulante, y por otra, sedante. Es estimulante por la luminosidad, la oinización y las sustancias salinas en suspensión. Y es sedante por su temperatura, prácticamente constante, su abundante humedad y su alta presión. El aire puro y rico en yodo, con vientos frecuentes, que puede encontrarse a la orilla del mar está especialmente recomendado en alergias y migrañas.

RECUPERAR Y FORTALECER LA VIDA ÍNTIMA CON BAÑOS AFRODISÍACOS.

El empleo del agua para potenciar y mejorar las relaciones íntimas, es uno de los métodos que más se aconsejan cuando se busca conocer y explorar el "umbral" sexual propio y del ser amado. Para aumentar los efectos benéficos, tanto a nivel mental como físico, se debe tener en cuenta lo que producen las diferentes combinaciones de hierbas y aceites aromáticas. Una vez que se tiene este conocimiento, sólo bastará con sumergirse en un oasis de placer, solo o en pareja.




La hidroterapia sexual, nos ayuda a conectarnos con nuestros propios deseos y necesidades. Además, si la practicamos junto a nuestra pareja en forma regular, es posible lograr encuentros amatorios con un nuevo nivel de intensidad. Las diversas mezclas de hierbas y aceites esenciales, estimulan nuestros sentidos y favorecen la apertura frente al otro, despojándonos de cualquier tipo de prejuicio paralizante. Antes de internarse en estas sesiones terapéuticas de "alto voltaje" se aconseja:

* Ambientar el lugar con luces tenues, por ejemplo, con velas.

* Elegir un horario en el que no se sufran interrupciones.

* Si se desea poner música, optar por una melodía suave y sin estridencias.

* Tomar este tiempo como una forma de descubrir al otro y de autodescubrirse.

* Evitar las presiones "externas". Durante esas horas, nuestro único objetivo debe ser mejorar y potenciar nuestra vida amatoria.

PLAN COSMÉTICO CON HIDROTERAPIA

Se trata de algo tan simple como el uso del agua en el tratamiento de una enfermedad o trastorno o, simplemente, como un complemento para aumentar el bienestar. Una de sus aplicaciones externas más comunes es la terapia hidrotermal, que aprovecha los efectos de la temperatura del agua de diferentes modos, como baños, saunas y compresas.


La hidroterapia y la terapia hidrotermal que han sido utilizados en el tratamiento de enfermedades o malestares por múltiples y diferentes culturas, incluyendo aquellas más antiguas como la civilización de Roma, China y Japón. Para poder entender aún más su permanencia a lo largo de los siglos basta con saber que los antiguos griegos tomaban baños terapéuticos, mientras que el agua fue y es un ingrediente importantísimo en la Medicina Tradicional China.

Un monje bávaro, el padre Sebastían Kneipp, fue quien colaboró para que el uso terapéutico del agua volviera a ser popular durante el siglo XIX. Hoy en día podemos encontrar docenas de métodos de aplicación de la hidroterapia, incluyendo, baños, saunas, duchas, etcétera.


LOS EFECTOS INTERNOS DE SU APLICACIÓN EXTERNA.

Las propiedades recuperadoreas y sanadoras de la hidroterapia se basan en sus efectos mecánicos y termales. Entre otras cosas, el agua promueve y activa la reacción del cuerpo al estímulo caliente y frío a través, por ejemplo, de la aplicación proactiva de calor.

A su ves, el cuerpo también reconoce y reacciona ante la presión ejercida por el líquido y a la sensación que la misma produce.

Para hacer una descripción bastante simple es sometido a los efectos de la hidroterapia, los nervios se encargan de trasladar los impulsos sentidos en la piel hasta lo más profundo del cuerpo, donde se convierten en instrumentos que estimulan el sistema inmune, influenciando la producción de hormonas de estrés, fortaleciendo la circulación y la digestión, mejorando el flujo de sangre y disminuyendo la circulación y el sistema.

La hidroterapia y la terapia hidrotermal son normalmente utilizadas para fortalecer el cuerpo, estimular la circulación y el sistema inmunológico, y para brindar alivio sobre cualquier tipo de dolor. El agua, además, parece tener poderes especiales para liberar la tensión y rejuvenecer el cuerpo.

Ejercer su acción sobre la piel y los músculos. Actúa sobre los pulmones, el corazón, el estómago y el sistema endocrino, estimulando los reflejos nerviosos en la médula espinal. Sin embargo, siempre es recomendable consultar con un especialista cuál es el método más adecuado según el malestar que se quiere tratar.

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