21 ene 2011

ENFRENTARSE A LA DESILUSIÓN.

DESCUBRIR QUE LA VIDA DE PAREJA NO ES EXACTAMENTE COMO LA HABÍAMOS IMAGINADO TAMBIÉN FORMA PARTE DEL AMOR. DESHACERNOS DE ESAS IMÁGENES PREVIAS Y ADAPTARNOS A LA REALIDAD JUNTO A NUESTRA PAREJA FORTALECERÁ EL VÍNCULO AMOROSO QUE NOS UNE.

En el camino del amor, es algo inevitable que la realidad de la vida de pareja no se corresponda con nuestros sueños, por lo que sobreviene la desilusión y, en ocasiones, tenemos que hacer aterrizajes forzosos. ¿Significa esto que la relación va mal? No tiene por qué ser así.
Cuando nos entregamos verdaderamente al amor, nos hallamos con el corazón abierto y es muy difícil que no existan momentos dolorosos en la pareja. Y la desilusión no es otra cosa que reconocer que la relación no está a la altura de nuestros sueños. 
Tener ideales no es malo, pero... ¿cómo reaccionaremos cuando sobreviene la desilusión? ¿Sabemos movernos de forma constructiva en esos casos? Si sabemos sacarle partido al conflicto, sintonizar con esa realidad no será sinónimo de desaliento.
A veces, al descubrir la realidad, optamos por alejar el amor y nos encerramos para no despedirnos de nuestros sueños. Muchas parejas se encuentran en esta situación sin saberlo, ya que mantienen las formas -comparten momentos, hacen el amor-, pero el corazón se mueve poco y los "te quiero" salen más de la cabeza que de las entrañas. Si hay algún desencuentro, la pareja mantiene la calma sin sentir la intensidad del dolor, pues está anestesiada. La desilusión no existe, pero el precio es demasiado caro.

ADAPTARSE A LA REALIDAD

En cambio, si aprendemos a aceptar las desilusiones como parte de la vida en común, podremos evitar las reacciones automáticas y nos dirigiremos a la verdadera salida, tal y como aprendieron Clara y Martín.
Martín había aceptado una gran oportunidad laboral que lo obligaba a trabajar tres semanas fuera de casa y dos semanas en su ciudad, donde se había quedado Clara.
Con el tiempo, ella empezó a sentirse desilusionada: ésa no era la vida que había pensado, pero no se permitía reconocerlo ni influir negativamente en la vida laboral de Martín. El tiempo que pasaban juntos estaban tensos y se peleaban, reprochándose cualquier cosa. Con el tiempo, parecía que sólo había diferencias y pensaron en separarse.
Clara estaba muy apenada porque sabía lo importante que era para él su carrera, lo que la enfrentaba al mayor sufrimiento de su vida. Ella conectó con su dolor, sin hacer que Martín se sintiese culpable y sin hacerse la víctima. Se entregó a la situación, sosteniéndose en su miedo. La conexión de Clara le permitió mostrar sinceramente su pesar, lo que contribuyó a que Martín conectase con su propia angustia: él también sufría y no se permitía reconocer el precio que estaba pagando por su carrera.
Simplemente se encerraba en sí mismo.
Al final, la pareja se encontró desde el dolor de cada uno y juntos dieron con la solución. Clara viaja ahora con él algunas veces y Martín acorta sus estancias fuera de casa.

ABRIRSE AL DOLOR.

Sabemos que la pareja no nos lo puede ser todo, pero cuando lo descubrimos a través de una situación dolorosa, queremos salir de allí a toda costa, reaccionando con furia, insensibilizándonos u optando por anestesiarnos y soportarla pasivamente.
Necesitamos aprender a convivir con el dolor de una manera más activa.
Cuando nos abrimos a un dolor es como si un dique se rompiera y sentimos que caemos por las cascadas de un río enfurecido.
La única manera de navegar por esas cascadas es ceder al flujo energético del dolor. Si sabemos esperar, la corriente turbulenta se transforma en un lago, y allí estamos en mejores condiciones de decidir qué hacer.
Por lo general, cuando el dique -es decir, nuestras imágenes previas- se rompe, pensamos que nos provocará un daño irreparable y luchamos por no perder el control. Entonces, reaccionamos , nuestra pareja hace lo mismo y el conflicto crece. Pero si aprendemos a atravesar la corriente brava y nos permitimos llegar a la quietud reflexiva del lago, podremos darnos la posibilidad de soltar las imágenes previas para cambiarlas por otras que contemplen al realidad que nos toca vivir. En realidad, es necesario hacer este ajuste a lo largo de toda nuestra vida.

APRENDER A CONECTAR.

No se trata de olvidar o de esconder, sino de saber combinar nuestras necesidades con las que nos plantea la vida en pareja. Si no nos dejamos llevar por reacciones emocionales, podremos expresar amorosamente lo que necesitamos, sin manipular o acusar.
Mostrar humildemente toda nuestra vulnerabilidad es un gesto valiente que fortalece nuestra relación y permite que el amor fluya, generando una atmósfera de intercambio y conexión mutua que permite encontrar un camino de salida compartido.

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