30 ene 2011

LUCHA DE PODER EN LA PAREJA

Buscamos la igualdad pero, en la pareja, seguimos creando parcelas de poder: la casa, el dinero, los niños... Convertir esos falsos reinos en un lugar donde los dos aportan mejorará la vida en común.




Se llamaba Amantine -Aurore -Lucile Dupin, nació en 1804 en París, se casó con un aristócrata, tuvo dos hijos, se divorció, los crió, pero no es por nada de esto por lo que se la recuerda. Para hacer lo que de veras quería -escribir, recorrer el mundo, participar intensamente de la vida social, dar sus opiniones -debió adoptar el nombre y las costumbres de un hombre. Y, como escritora, se dio a conocer como George Sand.

Entre sus obras se cuenta Un invierno en Mallorca, donde recuerda los d¡meses que pasó en el monasterio cartujo de Valldemossa, como un monje más. George Sand fue contra las convenciones de su tiempo. Como lo hizo el protagonista de Kramer contra Kramer, un filme clásico de los años 70, encarnado por el actor Dustin Hoffman. Kramer, tras divorciarse, entabla una tenaz lucha judicial y emocional para ser él quien críe a su hijo.

Sand y Kramer cruzaron la frontera que delimita es espacio en el que ejercen su poder hombres y mujeres. Porque, por convención, el poder del os hombres se ejerce en lo social, en lo público. El de las mujeres, en lo emocional, en lo doméstico, en lo íntimo.

ROLES ANCESTRALES.

Los hombres suelen incomodarse cuando sus parejas femeninas comienzan a desarrollarse en lo profesional. A veces lo dicen, otras no, pero sienten amenazado su poder, que des tiempos ancestrales se asienta en la capacidad de proveer -sí, algo ha cambiado, pero menos de lo que creemos.

Las mujeres se sienten igualmente molestias cuando ellos avanzan sobre decisiones de orden doméstico, cuando alteran los horarios y las rutinas de la casa o de los niños. Los unos y las otras se encrespan, descalifican al "intruso", entablan luchas de poder. Cuando esto ocurre, el sexo, el dinero, las palabras, el silencio... suelen convertirse en armas a menudo muy hirientes.

Un miembro de la pareja puede recortar el aporte económico o controlarlo celosamente, con el argumento de que es él quien lo gana en mayor proporción. El otro puede negarse a mantener relaciones sabedor de que con eso hiere a su compañero o compañera. Uno puede criticar con palabras especialmente escogidas aquellos aspectos del otro que sabe más vulnerables. O puede callar, haciéndose impenetrable para su pareja hasta el punto de desquiciarla.

Una de las definiciones de poder dice que es la capacidad de imponerse a otro, de hacer prevalecer los propios intereses. Cuando, en una pareja, el poder se vive de esta manera, la convivencia se convierte en una puja, a veces silenciosa, a veces muy ruidosa. El amado se transforma en alguien a vencer, pero, en realidad, cuando uno gana, sólo lo parece puesto que es la pareja la que pierde.

NI MEJORES NI PEORES.

En las relaciones entre los sexos, como en la vida en general, esta concepción del poder es tóxica. Pero no es la única. También se puede concebir el poder como la capacidad y la habilidad de hacer y crear cosas. Entendiendo de esta manera, remite más a la cooperación que a la confrontación y se convierte en una gran oportunidad de romper una vieja trampa de nuestra cultura.

La trampa que enfrenta a los géneros se lama dualidad y dice que las cosas son blancas  negras, que debes elegir entre a o b, que sólo se puede ganar o perder, que la razón enfrenta a la emoción, que el cuerpo y la mente van por separado y así hasta el infinito. Pero la realidad acaba por demostrar que, entendidos como relaciones de poder contra poder, los vínculos entre los sexos rara vez llegan a un final feliz.

La aptitud y el poder de realización de los hombres y de las mujeres son complementarios y se necesitan mutuamente para construir un vínculo. Cuidar, organizar, sentir, decidir, intuir, mostrarse sensible... son atributos humanos, sin un género determinado. Los varones desarrollan algunos de estos atributos con más facilidad que las mujeres, y viceversa. Esto no nos hace ni mejores ni peores sino complementarios.

El verdadero poder que necesitan las relaciones entre varones y mujeres es el de la colaboración, el de la co-creación. El gran psicoterapeuta suizo Carl Jung dijo al respecto: "Donde hay amor no hay poder, donde hay poder no hay amor".

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